Agapito I, Santo
LVII Papa, 22 de abril…
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El horizonte que tiene un nombre específico: Cristo
Santo Evangelio según san Juan 21, 1-14. Viernes de la Octava de Pascua
Por: Adrián Olvera, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, te pido que la experiencia de tu resurrección sea luz que dirija mi vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Ellos le respondieron: «También nosotros vamos contigo». Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.
Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿han pescado algo?». Ellos contestaron: «No». Entonces él les dijo: «Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces». Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.
Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: «Es el Señor». Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros.
Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar». Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: «Vengan a almorzar». Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres?’, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«Voy a pescar» – dijo Pedro. Casi se puede escuchar el tono de alguien que regresa a la rutina, en donde se hace lo que se tiene que hacer porque se tiene que hacer y nada más.
Parece que Pedro experimentó el aburrimiento del hombre que ha estado en la cima de una montaña y ha contemplado el paisaje; y ahora se tiene que contentar con ver ese mismo paisaje en una fotografía.
Voy a pescar, es decir, vuelvo a mi trabajo, vuelvo a hacer lo que en sí me gusta hacer pero… ya no es lo mismo… no encuentra el sentido.
Pedro había conocido a Cristo. Vivió con Él, comió junto a Él; lo escuchó…, lo traicionó, lo amó; era su amigo. De repente se ve sin Él, se ve sin el amigo que a su vida le dio sentido; el amigo que alguna vez le dijo: «desde ahora ya no solo serás pescador sino que serás pescador de hombres…, uno de los apóstoles, mi discípulo, mi amigo».
«Es el Señor». Pedro no piensa nada, simplemente actúa y lo primero que hace es dirigirse hacia lo único que le hace falta, hacia lo único importante…, se dirigió hacia el Amigo.
De la nada, la rutina de la vida desaparece. El aburrimiento se olvida. No es una fotografía…, es el verdadero paisaje.
Esto es lo que significa la resurrección. La vida verdaderamente cobra un sentido; aparece un horizonte hacia dónde dirigir la vida. Un horizonte que tiene un nombre específico: Cristo.
«El relato se sitúa en el marco de la vida cotidiana de los discípulos, que habían regresado a su tierra y a su trabajo de pescadores, después de los días tremendos de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Era difícil para ellos comprender lo que había sucedido. Pero, mientras que todo parecía haber acabado, Jesús va nuevamente a “buscar” a sus discípulos. Es Él quien va a buscarlos. Esta vez los encuentra junto al lago, donde ellos habían pasado la noche en las barcas sin pescar nada. Las redes vacías se presentan, en cierto sentido, como el balance de su experiencia con Jesús: lo habían conocido, habían dejado todo por seguirlo, llenos de esperanza… ¿y ahora? Sí, lo habían visto resucitado, pero luego pensaban: «Se marchó y nos ha dejado… Ha sido como un sueño…».
(Homilía de S.S. Francisco, 10 de abril de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer un pequeño examen de conciencia donde profundice en la pregunta: ¿hacia dónde estoy dirigiendo mi vida?
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Se puede comprobar la Resurrección de Cristo?
La resurrección de Cristo es el dogma fundamental del cristianismo, es un hecho que ha sucedido en la realidad.
Por: P. Jorge Loring, S.I. | Fuente: Catholic.net
Jesucristo, después de ser crucificado, estuvo muerto y enterrado, y al tercer día resucitó juntando su cuerpo y su alma gloriosos para nunca más morir. Por tanto, Jesucristo está ahora en el cielo en cuerpo y alma. La resurrección de Cristo es el dogma fundamental del cristianismo.
La expresión de San Mateo atribuye a Jesús sepultado una duración de «tres días y tres noches». Pero tal expresión venía a ser idéntica a la duración hasta el tercer día, al juzgarse el día como una unidad de día-noche. El decir «tres días y tres noches» es un modismo equivalente a «al tercer día»».
Antes de morir Jesús había profetizado varias veces su resurrección. Por lo tanto, al resucitar por su propio poder, demostraba nuevamente, y con la prueba más convincente, que era Dios. Dice San Mateo, que los fariseos mandaron a sus soldados que habían estado guardando la tumba, que dijeran: «Sus discípulos vinieron de noche estando nosotros dormidos y lo robaron».
San Agustín dio a esto una respuesta definitiva: «Si estaban durmiendo, no pudieron ver nada. Y si no vieron nada, ¿cómo pueden ser testigos?». Los teólogos modernos buscan diversas explicaciones al hecho de la resurrección de Cristo. Pero cualquiera que sea la interpretación debe incluir la revivificación del cuerpo, si no se quiere hundir la teología de la resurrección.
Algunos dicen que la resurrección de Cristo no es un hecho histórico, pues no hay testigos. Este modo de hablar es ambiguo y puede confundir; pues «no histórico» puede confundirse con «no real». Por eso no debe emplearse, como recomienda el padre José Caba, S.I., Catedrático de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, en su libro «Resucitó Cristo, mi esperanza». La resurrección de Cristo es un hecho que ha sucedido en la realidad. Aunque no haya habido propiamente ningún testigo del hecho de la resurrección, en cuanto tal, es histórica en razón de las huellas dejadas en nuestro mundo y de las que dan testimonio los Apóstoles.
Si aparece un coche en el fondo de un barranco y está destrozado el pretil de la curva que hay en ese sitio, no necesito haber visto el accidente, para comprender lo que ha pasado. De la misma manera puedo conocer la resurrección de Jesucristo. Para otros sí se puede considerar como hecho histórico, pues puede localizarse en el.espacio y en el tiempo; y según Pannemberg es histórico todo suceso que puede ser colocado en unas coordenadas de espacio y tiempo. Por eso para el P.Ignacio de La Potterie, S.I., que es uno de los mejores especialistas en el mundo del Evangelio de San Juan, la resurrección de Cristo tuvo una realidad física, histórica.
La resurrección de Cristo la refiere San Pablo en carta a los Corintios, el año 57, es decir, a contemporáneos de los hechos:
«Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó al tercer día»(394). Y lo atestigua San Pedro: «De Jesús resucitado todos nosotros somos testigos». San Lucas lo afirma enfáticamente: «El Señor ha resucitado verdaderamente».
Cristo estaba muerto en la cruz. Por eso los verdugos no le partieron las piernas como solían hacer para rematar a los crucificados. Si no hubiera estado muerto, le hubiera matado la lanzada que le abrió la aurícula derecha del corazón.
La cantidad de sangre que salió después de la lanzada, según el relato de San Juan que estaba allí presente, dicen los médicos, sólo se explica porque la lanza perforó la aurícula derecha que en los cadáveres está llena de sangre líquida. Al tercer día el sepulcro estaba vacío: no estaba el cuerpo de Cristo. La fe en la resurrección de Jesucristo parte del sepulcro vacío. Oscar Cullmann, protestante, de la Universidad de Basilea, dice: la tumba vacía seguirá siendo un acontecimiento histórico . Los Apóstoles no habrían creído en la resurrección de Jesús de haber encontrado su cadáver en el sepulcro. Los cuatro evangelistas relacionan el sepulcro vacío con la resurrección de Cristo:
a) San Mateo: «No está aquí, pues ha resucitado».
b) San Marcos: «Ha resucitado, no está aquí».
c) San Lucas : «No está aquí, sino que ha resucitado».
d) San Juan al ver la tumba vacía y la disposición de los lienzos «vio y creyó» que había resucitado; pues si alguien hubiera robado el cadáver, no hubiera dejado los lienzos tan bien puestecitos.
San Juan vio la sábana, que había cubierto el cadáver de Jesús, yaciendo en el suelo, y doblado aparte el sudario que había estado sobre su cabeza. Según los especialistas la palabra «ozonia» usada por San Juan debe traducirse por «lienzos» y no por «vendas» como hacen algunos equivocadamente. Es verdad que las vendas son lienzos, pero no todos los lienzos son vendas.
El sepulcro vacío sólo tiene dos explicaciones. O alguien se llevó el cadáver o Cristo resucitó. El cadáver no lo robaron los enemigos de Cristo, pues al correrse la noticia de la resurrección la mejor manera de refutarla hubiera sido enseñar el cadáver. Si no lo hicieron, es porque no lo tenían.
Tampoco lo tenían sus amigos, pues los Apóstoles murieron por su fe en Cristo resucitado, y nadie da la vida por lo que sabe es una patraña. Se puede dar la vida por un ideal equivocado, pero no por defender lo que se sabe que es mentira. Es evidente que los Apóstoles no escondieron el cadáver.
Luego si Cristo estaba muerto, y el sepulcro estaba vacío, y nadie robó el cadáver, sólo queda una explicación: Cristo resucitó.
San Pablo nos habla también de la resurrección de Cristo en la Primera Carta a los Tesalonicenses del año 51 de nuestra era : Jesús murió y resucitó; y en la Primera Carta a los Corintios del año 55: Cristo resucitó al tercer día. Una confirmación de la resurrección de Cristo es la Sábana Santa de Turín donde ha quedado grabada a fuego su imagen por una radiación en el momento de la resurrección. No hay explicación más aclaratoria.
La resurrección de Jesucristo es totalmente distinta de la resurrección de Lázaro o de la del hijo de la viuda de Naín: éstos resucitaron para volver a morir, pero Cristo resucita para nunca más morir. «Cristo resucitado de entre los muertos, ya no vuelve a morir». La resurrección de Cristo no fue una reviviscencia para volver a morir, como le pasó a Lázaro; tampoco fue una reencarnación, propia del budismo y del hinduismo; menos aún fue el mero recuerdo de Jesús en el ánimo de sus discípulos. Fue el encuentro con Jesús resucitado lo que provocó la fe de los discípulos en la resurrección, y no viceversa. La resurrección no fue la consecuencia, sino la causa de la fe de los discípulos. (…) Jesucristo fue restituido con su humanidad a la vida gloriosa, plena e inmortal de Dios. (…) Se trata de la transformación gloriosa del cuerpo .
Después de resucitar, antes de subir al cielo con su Padre, estuvo varios días apareciéndose a los Apóstoles que comieron con Él y le palparon con sus propias manos. Los fantasmas no comen ni se dejan palpar. Cristo resucitado cenó con los Apóstoles y se dejó palpar por Santo Tomás. Decía Cristo : «Soy Yo. Tocadme y ved. Un espíritu no tiene carne y hueso, como veis que Yo tengo».
San Pedro lo recuerda: «Nosotros hemos comido y bebido con Él después que resucitó de entre los muertos». En una ocasión se apareció a más de quinientos estando reunidos. Así nos lo cuenta San Pablo escribiendo a los Corintios, y añadiendo que muchos de los que lo vieron, todavía vivían cuando él escribía aquella carta, en los años 55-56 de nuestra Era. El verbo empleado por San Pablo excluye una interpretación subjetiva del término, «aparición». Las apariciones de Jesús son un motivo de credibilidad en la resurrección de Cristo.
Jesús resucitado tiene un cuerpo glorioso con propiedades distintas a las de un cuerpo material .
En la Biblioteca Nacional de Madrid he leído un incunable en el que Poncio Pilato escribe al emperador Tiberio sobre Cristo. Dice:
Después de ser flagelado, lo crucificaron. Su sepultura fue custodiada por mis soldados. Al tercer día resucitó. Los soldados recibieron dinero de los judíos para que dijeran que los discípulos robaron su cadáver. Pero ellos no quisieron callar y testificaron su resurrección. Sabemos con certeza que existieron unas actas oficiales de Poncio Pilato, Procurador de Judea, al Emperador Tiberio, como era obligación y costumbre en el Imperio por testimonio de Tertuliano (siglo III).